En estos días en los que todo el país vive con el corazón encogido por culpa de esa catastrófica DANA que ha cortado la respiración en Valencia, donde ya se contabilizan más de 150 fallecidos, conviene recordar que hace algo más de un año, en el despertar de septiembre, Madrid se topó con una tragedia que pudo ser aún más devastadora. A las 14.26 horas de un oscuro domingo día 3, miles de madrileños dieron un respingo al recibir el sonido estridente en sus teléfonos móviles de una alarma que advertía del peligro por la tormenta que se avecinaba. Que aconsejaba a la gente de se quedara en sus casas. La tempestad atravesó sin hacer apenas ruido por la capital, pero se cebó en lugares como Aldea del Fresno o Villamanta, arrasando la ribera del río Alberche al anochecer.
La temida jornada, interminable para tantos y tantos efectivos de Emergencias de toda la región, arrancó a eso de las 9.00 horas con un comité de crisis preparado desde el sábado. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) había mandado un aviso rojo por lluvias en la Comunidad, poniendo la lupa especialmente sobre la capital. «Se va a dar una situación excepcional y anómala, con récord histórico de precipitaciones», apuntaba con rostro severo el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, desde el Centro Integrado de Seguridad y Emergencias (Cisem).
La Comunidad había activado el INUNCAM (Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones en la Comunidad) y el Consistorio, con el regidor al frente, coordinaba el Plan de Actuación de Inundaciones (Painunam), una de las patas del Plan de Emergencias municipal (PEMAM).
Las dos herramientas habían sido diseñadas para afrontar las posibles amenazas meteorológicas como la que se cernía en aquel momento sobre el suelo madrileño. En ellas aparecen subrayadas las zonas más vulnerables de cara a una posible inundación o riada. Tanto pueblos como distritos y barrios. Con estas dos estrategias se movilizan y ponen a disposición todos los recursos humanos y materiales, para dar respuesta a situaciones de emergencia «en casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública». Es decir, Policía, Samur, Protección Civil, Bomberos... así como el resto de necesidades en caso de situación extrema (asistencia, alojamiento...).
En el caso del dispositivo regional, por primera vez en su historia alcanzaría el nivel 2, ante la posibilidad, como lamentablemente así ocurriría en algunos rincones de la región, de que la fuerte tormenta pudiera provocar daños humanos. Era también la primera vez que se activaba el nivel rojo por lluvias. Sin embargo, pese al riesgo, sólo se pudieron enviar recomendaciones a los ciudadanos (adelantar regresos, no salir a la calle...), ya que cualquier medida restrictiva sólo podría partir del Estado.
Protocolo según pronóstico de la Aemet
Esas sugerencias sirvieron para vaciar las calles de la capital donde, pese a las fatales previsiones, la borrasca pasó de refilón. Se suspendió un partido de fútbol (Atlético-Sevilla) y se cerraron centros comerciales. Aquel domingo hubo quejas tanto por la falta de tino del pronóstico en la ciudad, por el exceso de precaución que, visto lo ocurrido esta semana, nunca está de más y, también, por aquella alarma que no todos los ciudadanos encajaron bien.
Fue la Comunidad de Madrid quien envió ese mensaje con el que se alertó a la población. Pese al duro impacto sobre poblaciones como Villamanta o Aldea del Fresno, evitó alguna víctima más. Porque son los Gobiernos regionales quienes tienen esa capacidad para advertir a la población, sin necesitar autorización previa del Estado. En aquel momento, el texto fue redactado por un técnico y validado por un equipo de expertos. Después, se trasladó al jefe de sala de Madrid 112, que cuenta con la autorización, y a través de una aplicación (Es-Alert) se seleccionó el área a la que tenía que llegar el aviso, siempre en función del pronóstico de Aemet, que es quien marca la dirección. De no haber estado la capital bajo esa mancha oscura, sinónimo de tormenta extrema, la advertencia se habría centrado en las poblaciones afectadas. Porque el mecanismo se puede usar restringiendo las zonas a las que se quiere hacer llegar.
El protocolo, que también se puede usar con incendios u otras amenazas, se empezó a probar en España a finales de 2022 y tuvo su primera prueba de fuego en Madrid. En aquellas tensas horas que hoy vuelven a la memoria viendo la devastación de la DANA en suelo valenciano.